Creo recordar que tenía 13 años cuando mi tía Carmen murió de cáncer de mama. Tan sólo evocar aquellos días de agonía me produce un retortijón en el estómago. Los meses previos casi no se hablaba de otra cosa en casa, la televisión apenas se ponía, cabizbajos, enmudecidos por el dolor compartido. Todos, mayores y no tanto, éramos conocedores de la desembocadura a la que nos arrastraba aquel río de desasosiego.
Mi teléfono suena, y me despierta repentinamente de mi añeja pesadilla, vuelvo a la realidad de hoy, y eso me reconforta. Por suerte todo ha cambiado mucho desde entonces, todas las mujeres somos conocedoras de los medios a nuestro alcance, hablamos sin tabú del cáncer de mama, pasamos nuestras revisiones y si, desafortunadamente, aún así llega a nuestras vidas, tenemos la suficiente información y valor como para afrontarlo y sabemos que hoy sí se le puede vencer.
A todos los que perdimos un ser querido en la batalla nos debe consolar el hecho de que ellas, las que un día perdieron su vida, son las precursoras de todos los adelantos posteriores, las "responsables" de que cada día sean más las mujeres que no sucumben ante ésta enfermedad.
Todo mi apoyo para esas mujeres que, a lo largo y ancho del mundo, están luchando en éstos momentos por esa victoria y también mi agradecimiento y respeto por ser, ellas ahora, las antecesoras de todas las investigaciones que harán que un día nuestras hijas sean menos vulnerables ante el cáncer de mama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario